Hace ya un tiempo que venimos hablando de las «víctimas en las aulas». Curiosamente, así enunciado, no soy favorable a este planteamiento.

Xabier Etxeberria y Gàlo Bilbao

Desde hace dos-tres años, se han puesto en marcha diferentes programas e iniciativas que cuentan con la presencia de víctimas educadoras y constructoras de paz en el ámbito educativo, con respecto a los cuales soy favorable.

Estas son personas, personas educadoras, que han sufrido en sus propias carnes el impacto de la violencia, del terrorismo (de ETA, del Estado..). Además de ser esto, víctimas, son personas educadoras y constructoras de paz:

  • Personas cuyo proceso de duelo por la pérdida o por los daños sufridos está muy elaborado.
  • Personas con unas capacidades pedagógicas y de comunicación necesarias para situarse en un contexto educativo como es la escuela o la educación no formal.
  • Personas que trasladan un mensaje profundo de deslegitimación de la violencia, desde una posición no partidaria.

Dicho de otro modo, no debiera ser el marco legal o normativo o los acuerdos entre partidos políticos los que determinaran qué víctimas son las que tienen «derecho» a contar lo sucedido, este aspecto es irrelevante en mi opinión. El programa de víctimas educadoras del Gobierno no va a ser mejor ahora que el anterior porque se incorporen las personas que han sufrido abusos policiales. La garantía «de mejora» vendrá de la mano de su condición de personas educadoras que reúnan las características citadas.

De hecho, considero que una importante incorporación al programa sería la de las personas, ex-miembros de ETA, que han asumido su responsabilidad y se han hecho cargo de los actos de terrorismo cometidos. De alguna manera, aún siendo de una naturaleza antagónica a las victimas que han producido, han llegado a la condición de personas educadoras, constructoras de paz y deslegitimadoras de la violencia. Y estas no son víctimas, sino victimarios.

Víctimas y victimarios educadores… perdón, personas educadoras.

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